martes, 19 de octubre de 2010

San Pedro, ¿decís?

Hubo un lugar a la orilla de un lago y en el valle de un volcán en el que habitaron los pocos hippies que en el mundo han sido. San Pedro de la Locura, sobrenombre de ese bello lugar, era, según comentan, un lugar de esparcimiento donde llegabas para tres días y si te bañabas en su lago o  acudías a una de sus famosísimas raves de la luna llena, no podías abandonar hasta que no hubieses vivido un par de años  haciendo pulseritas por el día y fumando la noche en el Budha o el Clau o en las fiestas improvisadas con tambores en la playa. Una mezcla de una Ibiza sin discotecas y un Amsterdam  con coffe-shops en cada esquina.  Pues bien, este paraje de alcoholismo, drogadicción,  esparcimiento, pulseras y amigos para toda la vida si los recordabas a la siguiente mañana ha terminado. Pero quedan los últimos rezagados y queda el Clau y el Budha  y algún garito nuevo. También queda la maría y algunos intrépidos mochileros que viene buscando lo que fue. El alcalde decidió una nueva hora de cierre, las once de la noche,  prohibió cualquier tipo de ruido a partir de esa hora. El cabreo fue de órdago, en poco tiempo la prohibición se corrigió hasta la una. Podéis imaginar la única manera de meter a la gente en  sus casas, a golpe de policía y detención ( ojito al enlace: http://www.elperiodico.com.gt/es/20100822/domingo/171089/). Como todo en la vida, más en la política, trae consecuencias. Ha bajado el turismo, ha aumentado la tranquilidad, hay menos ruido, menos fiesta  y, también, menos dinero. Las madres están más tranquilas porque es más difícil que sus hijos fumen porros en el trabajo. Los hijos ahora se preocupan por cómo conseguir un trabajo. Yo estoy en el bando de los buenos, pero no sé cuál es ese bando.

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