Sincretismo religioso. Los maya católicos

Otra forma de ser católico es la que vi en San Juan de Chamula. La tarde del 24 de diciembre nos acercamos a un pueblo que dista a 20 minutos en autobús de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Allí lo único que llama la atención es la iglesia. En ella no hay bancos y todo es diáfano, quedando al frente el altar y ocupando los lados de la nave estatuas de santos. La verdad es que todas las esculturas son iguales, sólo cambia el color del manto y el nombre del santo. El altar estaba recargado con luces de navidad que parpadean continuamente al estilo de un centro comercial. Pero lo interesante no era el templo. Aquí la religión católica parte de un sincretismo entre el cristianismo que trajimos hace 5 siglos y los rituales mayas. Al principio se utilizó como medio para engañar la colonizador haciendo pensar que se habían convertido: utilizaban ritos católicos pero veneraban a sus dioses. Otras teorías defienden que fueron los colonizadores los que dejaron adaptar los dogmas para favorecer la canonización
La gente acude al templo en familia a pasar la tarde. Se sientan en el suelo, llevan agua, velas e incluso comida (vi a algunos con latas de cerveza). Los niños juegan dentro de la iglesia, la gente habla, reza y pasa el rato en familia.
Al ser Nochebuena entraban grupos de personas con incienso a venerar a un santo en particular y mientras tocaban instrumentos raros llenaban de humo la iglesia. No había ningún orden de entrad o salida. Gente con instrumentos , los niños corriendo por el fondo de la iglesia y la gente entrando y saliendo sin orden ni concierto.
En ningún momento apareció un cura o un guía espiritual o si quiera alguien que ordenara los rezos o los pasos de la virgen que salió en procesión llevada por mujeres mientras una charanga de músicos la acompañaba.
Cuando se abría la puerta de la iglesia un haz de luz entró iluminando el humo del incienso.
Lo que ocurrió no fue solo mi percepción, los amigos que estábamos comentábamos la espiritualidad del momento. Nos sorprendió, a mi aún me sigue sorprendiendo, que sin cura, ni bancos, ni orden, la gente disfrutaba al estar en la iglesia.